18/11/08
Marco Tulio Gentile
Siete kilos ciento cincuenta gramos pesó el hijo de Dalila.
La cesaria fue un éxito: Treinta y cinco puntos verticales. Un procedimiento obsoleto, ya que el nuevo método exige un corte horizontal en el bajo vientre, pero de haberse hecho, le habrían dado la vuelta con el bisturí, abriéndola como una arepa para sacar la criatura. El esposo decía ante los medios que Dalila estuvo los tres últimos meses postrada en cama con muchas dificultades para respirar, según los diagnósticos, el feto presionaba los pulmones reduciendo la capacitad respiratoria de Dalila en un cincuenta por ciento. Los doctores no se explicaban cómo el bebe pudo presentar un desarrollo tal, si mantuvieron a la madre con una dieta estricta basada en hortalizas y la paciente no presentó diabetes durante embarazo.
Sansón -qué otro nombre podían darle- nació sano y fuerte, de ojos abiertos y una sonrisa con mas dientes que un camión de serruchos. Durante la filmación del parto el doctor pensó que el feto estaba completamente cubierto de bello, pero al sacarle del vientre pudo constatar que había heredado la mítica melena de Sansón.
Los primeros días de cuidados –hablamos de la madre, quien necesitó de terapia intensiva- fueron críticos: Los cirujanos plásticos intentaron reconstruir la flácida y colgante forma de la barriga, mediante un procedimiento quirúrgico llamado dermoliposucción; que consiste en licuar con láser los excesos de grasa, y devolverle así su característica y pancina virtud. Aunado a éste procedimiento removieron el útero a través de una histerectomía, asegurándose de que la madre no volviera a concebir semejante muchacho.
Por su parte los ginecobstetras atendían a Sansón. Analizaban los datos cualitativos y cuantitavos de sus exámenes sanguíneos. Datos neurológicos, cardiovasculares, motrices y psicológicos, dando el sorpresivo diagnóstico de un impúber de siete kilos ciento cincuenta gramos con axilas peludas y melena de sansón.
Después de unas semanas de constantes pruebas, madre e hijo fueron dados de alta un trece de Abril del año en curso, con una prescripción breve pero precisa: “Alejar al infante de cualquier persona que llevase el nombre de Dalila” Cosa que preocupó mucho a Dalila.
El estado, por supuesto, dando muestras de celeridad y oficioso altruismo, gestionó los cambios necesarios en la identificación de la madre, asignándole el diminutivo de “Lila” –más molestias para la madre, pues su esposo firmaba “Morillo”-. En fin, no habiendo alternativas, la madre aceptó el nuevo nombre, y se emprendieron las acciones legales. Sin embargo, no fue de su agrado una valla que instaló el gobierno regional frente a su casa: El rostro del presidente junto al del gobernador, flanqueaban el siguiente epígrafe:
“Otra obra de la gobernación”.
El padre, consiente de las dificultades futuras, mandó construir los enceres de su hijo en hierro forjado. Empleando para andaderas, coches y juguetes, piezas de vehículos. Aún así, no resistieron los embates de Sansito, que a tan corta edad, usaba un tripoide como mamila.
Los primeros meses fueron arduos y laboriosos, los tiernos siete kilos de Sansito se convirtieron pronto en noventa kilos de masa muscular, el bello creció por sus nudillos y mandíbula, convirtiendo al bebe en una especie de Goliat contemporáneo babeando la mollera de la madre, quien se valía de una pala para sacarle los gases. Aquí el gobierno volvió a hacerse sentir, donándole a la madre, una dote de leche de soya MERCAL que ascendía a la cantidad de nueve barriles mensuales, colocando una nueva vaya frente al hogar de la popular familia con está dedicatoria:
“Sansito es grandote y toma soya… ¿Tú no?”
Las vayas causaron su efecto y la venta de la leche de soya subió un noventa por ciento, colocándose como artículo de primera necesidad en todas las edades. Luego el gobierno removió el impuesto para hacerla más adquisitiva a los estratos “D” y “E”. Los estrategas del mandatario regional estaban entusiasmados con el potencial mediático que representaba Sansito, y plantearon al gobernador el emprendimiento a gran escala de una campaña publicitaria en diferentes conceptos de la vida del trabajador.
Una tarde, mientras Sansito gateaba –solo tenía diez meses de vida-, una comisión hizo aparición en la casa de la familia Morillo. Los altos ejecutivos traían consigo un camión cargado con cincuenta bultos de pañales para adulto, la tradicional dote de leche de soya, treinta cuñetes de compota nacionalizada, veinticinco pliegos de las nuevas toallitas húmedas marca CASA, y un maletón con ciento cincuenta mil bolívares fuertes, ofreciendo a la familia introducir al mercado publicitario la vida del infante.
Los ciento cincuenta mil convencieron inmediatamente al padre, la madre, más perspicaz, condicionó el retiro de las vayas y el respeto a la infancia del niño para aceptar la propuesta. Una vez acordados, la comisión se retiró alabando la travesura de Sansito, que frente a los distinguidos secretarios de gobierno, sembró una plasta de medio kilo en la grama del patio, diciendo “mami… soya popó”.
Sansito se convirtió rápidamente en el centro de atracción de los medios, dio sus primeros pasos en televisión calzando unos botines de “Cooperativas Reloads”. Multiplicó las ventas del automóvil “Centauro” al declarar por RNV, con su voz gutural pero infantil, que “Sansón mato un león, un burro, pero nunca un centauro”. Triplicó la demanda de acero, éste estratagema lo consiguieron al presentarlo en un comercial, fallando en el intento de arquear los barrotes de su corral, construido con cabillas “National Revolutións”, seguido del eslogan: “Pura Cabilla”.
La madre de Sansón Morillo, protegía la integridad moral de su hijo negando su participación en al inauguración de obras públicas por parte del gobernador, decía que “cualquier cosa menos decir mentiras”, alegando que su hijo era “el Gigante de la Revolución”, y no podían contaminarle la imagen presentándolo junto a una figura que a leguas “está buscando congraciarse con el presidente para tapar la fallas de su gobierno”.
Sin embargo la vida de los Morillo había cambiado sustancialmente, el padre: San Luís Morillo, se había posicionado muy bien en el estrato de la “Clase Media en Positivo”. Tenía cuantiosas ganancias gracias a la publicidad de Sansito. Había invertido y cosechado el éxito haciéndole competencia a los tractores VENIRAN, por medio de una cooperativa fabricante de maquinarias agrícolas llamada “San & Son”.
La madre permanecía escéptica a los movimientos sociales y bursátiles de su cónyugue, pues opinaba que “el socialismo, se centraba en un nuevo enfoque de las necesidades del pueblo, y no en la radicalización del consumo” advirtiéndole a su marido que su hijo no podía crecer en un mundo tan ingrávido como el de los medios, pues su mente se confundiría y “no se podían prever las consecuencias del propagandismo politiquero en sus acciones futuras”.
Mientras tanto, el sueño de la madre de ser convocada por el primer mandatario nacional se veía frustrado al no recibir señal alguna desde la Casona, pasaban los días, su hijo crecía y así mismo se desarrollaba la riqueza del padre, originándose nuevas disputas conyugales por los distintos enfoques sociales, un día, mientras Sansito levantaba pesas –no encontraron otra ocupación que darle, su pasatiempo era levantar los muebles-, la madre encendió el televisor sintonizando VTV. El presidente daba un discurso llamando a los diferentes actores patrióticos de la vida nacional a sumarse a un “Partido Unido Socialista Venezolano”, “hablando de los “cinco motores” y “los Concejos Comunales”.
Sansito, a quien la madre había acostumbrado desde el primer mes a ver las cadenas del presidente, arrojó a dos metros sus mancuernitas de cincuenta kilos para sentarse frente al televisor, rascaba los cañones de su barba meditabundo mientras con el dedo de la otra mano se acariciaba el tupido bello del pecho, sonriendo a los chistes y anécdotas del presidente del proletariado.
“Todos aquellos que disfrazados de revolucionarios, se enriquezcan a costa de las penurias y miseria del pueblo, no son más que Filisteos” Decía el presidente mientras el padre, desde el salón contiguo, revisaba sus cuentas, “Quita eso Lila… Ya el mono se está volviendo loco” gritó el señor Morillo. Lila le respondió a gritos “acuérdate de dónde venimos, y hacia dónde vamos”. “Mi vaina me la gané yo, y yo la manejo como me de la gana…” –respondía él.
Esta discusión retumbó en la mente de Sansito, quién volteó hacia su padre y le miró inquisitivamente, “…es más, esto no es revolución, esto es un capitalismo social”. Sansito se levantó yendo directamente hacia su padre. Cuando estuvo frente a él lo tomó del cuello como quién toma una gallina y lo levantó treinta centímetros del suelo, gritando “Papi filisteo…Papi filisteo”, mientras le propinaba un gancho al hígado que lo dejaba sin aire.
La golpiza era brutal, la madre trató de interponerse, asiendo el antebrazo de sansito con ambas manos, pero en nada lograba frenar un brazo tan ancho como su pierna. Ante el inminente parricidio recordó las palabras de los médicos: “Por nada en el mundo dejen que su hijo se encuentre con una persona llamada Dalila”.
En su desespero, corrió a su habitación, buscando la vieja partida de nacimiento donde se exponía claramente su nombre al nacer: “Dalila”. Enrolló el papel a modo de tubo y propino en el fornido lomo del hijo un leve papelazo que le desmayó en el acto.
El padre, convertido en un chichón de chichones, se levantó a duras penas y se alejó del cuerpo inconsciente de Sansito, vocalizando insultos e improperios al presidente y su discurso, e inmediatamente fue a buscar una tijera para cortar la melena de Sansito y así acabar –no había leído la Biblia, pero vio la película- con la fuerza de su hijo. Lila Morillo, arrepentida de haber frenado a su bebe, trató de salvar la cabellera de Sansito, pero un derechazo en el ojo la puso a vomitar cambures. Cuando pudo reponerse, ya el marido había peluqueado al niñote y éste temblaba como un guiñapo de carne en el suelo.
El síndrome de Sansito fue diagnosticado en el CDI como: “Meningitis Revolucionaria”, y ésta había acabado con la fortaleza de las articulaciones del paciente, así mismo con la capacidad ver más allá de sus narices. La LOPNA se hizo cargo del niño-hombre y lo mantuvo alejado de sus padres dándole por vivienda un Simonsito que se encontraba diagonal a la gobernación.
La campaña de Sansito se interrumpió y la figura del Gigante de la Revolución pasó al olvido. A Sansito lo sacaban cada día a la plaza Bolívar frente al palacio de gobierno a tomar sol, y éste sólo podía oír las consignas de los obreros esperando al gobernador para hacerle sus peticiones y reclamos. Sindicatos, misiones, maestros, Organizaciones civiles de vivienda, se apostaban en las escaleras del palacio con la esperanza de ser escuchados.
Un día, sentado en su silla de ruedas, Sansito escuchó la voz de su padre que llegaba desde la escalera del palacio de gobierno. Éste descendía junto a un equipo de secretarios de estado y se preparaba a abordar una Homer de lujo para ir a sus trances con los funcionarios. El padre vio a Sansito y detuvo su marcha para gritarle:
“Hay Sansito
Andas pegado a la olla
Te ves tan deslechadito
¿Se acabó la leche de Soya…?”
Sansito, que sólo tenía cuatro años, rogó a su papi El Presidente la fuerza para vengarse del traidor. Y así los mirones de la plaza vieron como de las pelonas de Sansito emergieron sendos rulos y la fuerza retornó a su cuerpo. Incorporándose de su silla, la tomó por una rueda y la disparó hacia el séquito de políticos que se burlaban de él, emprendiendo una carrera feroz en persecución de los farsantes, éstos se apresuraron a ocultarse en el interior del palacio, cerrando las puertas tras sí. Pero esto no detuvo la ira de Sansito, que se colocó entre las columnas del palacio de gobierno y dijo:
“Papi… Papi presidente:
Dame la fuercita
que con mi ultima lechita
yo me echo estos delincuentes”.
Y estruendosamente las columnas se movieron y traquetearon y chirriaron y plas, plis plus…se vinieron abajo, pero Sansito como era Venezolano salió corriendo y no se quedó para que los aplastaran a él también. Porque era Sansón, no pendejo.
Marco Tulio Gentile, 1978. Nacido en Barquisimeto. Co-fundador del Proyecto Editorial “Yo” Ediciones Yaracuy Oculto, compuesto por una revista de literatura, edición de Libros, y eventos culturales. Ha sido ganador de dos concursos editoriales: (“Premio Internacional de la Librería Mediática” y el “Certamen Nacional de las Artes y las Letras 2006”). Recibió el reconocimiento “Honoris Causa de la Cultura Yaracuyana” en el año 2003.
Gabriel Jiménez Emán
MI QUERIDA CERVEZA
Siempre sueño ir nadando en una gran cresta de cerveza
desenfundo mi arma en pleno oleaje
y siento la espuma, música plena en mis orejas
pero no soy capaz de disparar
estaría hiriéndome al despertar
como el desesperado cuando la marea se levanta
juntando sus manos en la única súplica
la de entenderse con los muertos
y volar en pedazos el día menos pensado
No he podido encontrar muerte más bella
que la de suicidarme con cerveza
el gran secreto del oro de copas
atravesando mi garganta como una saeta
dulzura de ojos vacíos
Poesía
De noche inmensos chorros de cerveza
salen sin piedad de la tierra
arrastrándome a rincones
donde se pierde toda la vergüenza del mundo
mujeres funerarias salen de los confines
a besarnos, a morder nuestros labios en camas apagadas
con todo el silencio que destila el amor
en la gentil pornografía
riendo con ganas de la vida, como si regresando a nuestra casa
hubiésemos dejado herido el horizonte
varias gaviotas muertas y un lejano sabor a cerveza
que nunca nos humilla
LAS MADRES
Las madres no existen.
Van de un lado a otro
y no hacen nada preciso
pero bajo sus dedos
todo ocurre.
Nunca están completamente sentadas
o de pie
y cuando se acuestan
nadie las ve.
Las madres no existen.
Sólo aparecen
o desaparecen.
ME OBSESIONA UNA IMAGEN
A Gustavo Pereira
Me obsesiona una imagen que es muchas
Es la imagen de un patio llovido
Y de unas flores tímidas.
La imagen de un niño mirando las nubes
mientras un gato duerme sobre las hojas secas.
Es una vieja imagen que me sigue
cuando abro los ojos:
veo la cara húmeda del tiempo
y sueño, dentro de la hamaca,
con los inviernos rotos.
Mientras tanto
mi cuerpo cumple su destino de cuerpo
por estos arrabales, va por antiguas callejas
reconociendo fachadas en su paseo nocturno.
Entra el cine, al bar. Y bebe su ron solitario.
Tantas veces vine, tantas veces fui
buscando esa Nada, sin saberlo.
HE VISTO
He visto desde mi ventana cómo entra la noche con relámpagos ciegos a descomponer el sueño.
He visto cómo un automóvil se estrella y sale humo de la boca de los sobrevivientes
He visto cómo raptan a una actriz de la entrada de su edificio y cómo la recogen en una ambulancia por exceso de estupefacientes
Y la he visto después resucitar en la boca de un Director de cine
He visto desde la orilla de la calle cómo aludan a una señora para sacarle el oro de los dientes
He visto a los gritos arder en el aire y las detonaciones y los policías correr como galgos detrás de una noche asesina
He visto a un amigo mío desayunarse a la nada en la mañana más lluviosa
He visto a mi imposible esposa arder sobre el pavimento con los propios hijos míos
He visto la humillación del hombre sin piernas jugando con sus monedas en plena vía pública
He visto cómo el banquero toma despacio su café para calmar la sed de su chaleco
Lo he visto todo o casi todo
He visto familias enteras descabezadas en las páginas del periódico
Y a la mafia internacional merodeando por la esquina al cuido de la última remesa
He visto a la infancia correr al amparo de un cargamento de coca para toda la eternidad
He visto desangrarse al anciano que fundó el barrio en el banco del parque de su mismo barrio mientras daba maíz a las palomas
He visto robar medio miligramo en el mercado a una señora descalza que luego destapa el contenido de su compra y no ve más que una mosca volando
He visto a la mujer más bella del mundo pasar a un centímetro de mis ojos
Y he soñado también con invitarla a una playa azulísima de arenas cálidas donde podamos besarnos con las olas
Pero luego la he visto en el mismo restorán que yo con un tipo que hacía gárgaras de gaseosa
He visto la quema de la Biblioteca Municipal para instalar allí un congreso de Endocrinología
He visto hundirse un buque en la esquina donde expenden medicinas para los desahuciados
He visto a un hombre ceñir por la cintura a su propia infancia
He visto a una mujer abofetear públicamente a su marido en el nombre del más purísimo amor
He visto todo esto con mis propios ojos con estos mismos ojos míos que hubiera querido cambiar por un confortable juego de muebles
En donde pudiese reposar de tanto arrebato
Yo nací en una montaña virgen y antiquísima y no merecía tener estas visiones
El viejo río en donde me ahogué por primera vez se encargó de salvarme y darme respiración artificial
Me di el lujo de salvarme y lucir un clavado perfecto desde una piedra lustrosa hasta el fondo de un pozo
Y volvía a estar sano y salvo para ver estas cosas que os he venido narrando
Cosas que he visto a pesar de mí
Y de esta fabulosa gaviota viajera que veo cruzar por el aire
Mientras me despido hasta una segunda oportunidad
EL BANQUETE DEL TIEMPO
A Elisio Jiménez Sierra
El tiempo, que todo lo borra.
El tiempo, que pasa frotando su mano sudorosa en los poros abiertos del día
Deja caer su humedad en los músculos trémulos del calendario
Pasa planeando en forma de avión encima de los retoños que nacen cada día sobre la tierra
Los vigila y ve con su ojo único que no parpadea
El tiempo que apenas se detiene en las puertas de viejos edificios para soplarlas
Y preguntar por familiares idos
El tiempo hinchado de su propia soberbia caza iguanas en los desiertos patos en los lagos conejos en los bosques
Y antes de devorar a los pobres animales que construyen la tierra los perdona por un día más
Va anotando en su arrugada libreta los suspiros de los amantes
Para convertirlos luego en bostezos
Los contabiliza como días o años y entonces se detiene un instante
En el rostro de los ancianos para acariciar sus arrugas
El tiempo pasa su lengua salada sobre las costillas del mar
Pudre el tronco padre de los árboles el hígado el corazón los pulmones
Sólo el cerebro se salva es el único que puede sobrevivir al horrible asalto de sus uñas
El tiempo que se derrama como una inmensa ola de vacío sobre el espacio
Y cubre el todo con la nada llena de todas las nadas
Sólo hay un hueco profundo que cae en otro y no permite más interrupciones
El tiempo entonces inocula células mortales en la espalda de la vida
Y ella responde con un grito seco que se oye en el confín de la noche
Allá donde el mar disuelve ese sonido en sus olas y murmura algo
En el oído de los marineros cuando pescan en alta mar de madrugada
El tiempo más veloz que la luz y que el cuadrado de la luz multiplicado
Por la masa de la luz podría caber en la cabeza de un alfiler
Que desplaza su energía hacia los cuatro puntos cardinales hacia el cubo de las cuatro estaciones
Te hace ganar y perder Cuenta tus pasos en la calle
Con la tenues agujas del reloj
Miras tu muñeca en tu migaja de cotidianidad para comprobar que lo tienes
Pero es sólo una ilusión
Es sólo un espejismo de tu propio sueño
Que te persigue en el día e intenta recobrar tus ojos
El tiempo líquido que se esparce en las persianas de los dormitorios
El tiempo gaseoso que deja su olor de pétalos podridos en las despedidas
El tiempo mineral que te asalta a la salida de los cines
En donde has intentado matarlo en la infancia
Luego ya hombre en los libros y las mujeres
Y en las interminables bocanadas de humo de tabaco que has aspirado en las fiestas
Y en los tragos de alcohol que te acercan cada día a la locura
Pero no puedes no puedes
El tiempo se mete en tu cama para hacerte su hipócrita compañía
Y apenas logras deshacerte de él durante el espejismo del sueño
Le sacas le empujas le llevas hasta la puerta y lo pateas muy lejos
Y el regresa en forma de sobre de correos deslizándose bajo la puerta
Te sube por los zapatos te lame el tobillo y te da un coscorrón
Para que despiertes de la modorra del espacio
Mantiene una sucia pelea con la eternidad donde luego después terminan abrazados
Y la eternidad llora como una muchacha desengañada cuando lo ve alejarse
Detrás de las nubes del horizonte
Más tarde se vuelve un gas para corporizarse en forma de mujer
Que te invita a que le invites una cena
Aceptas finalmente la invitación y te sientas a la mesa a compartir el banquete
Ves cómo caen los días convertidos en migajas desde el borde de la mesa
Y no puedes contener tu lágrima miserable
Haces la triste sobremesa
Hasta puedes oír un valse de Chopin
Y luego duermes
Duermes para recuperarte del embotamiento de la vigilia
Y los sueños te otorgan esa mínima recompensa
De interpretar algo intraducible
La intuición te conduce por los laberintos de las imágenes
Hasta demostrarte que tu inteligencia no sirve para mucho
Excepto para una cosa: para matar el tiempo
Matarlo olvidar que existe que está ahí
Con su boca presta a lamer el resto de paz que aún te queda
Te llama por teléfono a diario para cobrarte tu cuota de deber
De hacer algo que permanezca para que él te justifique
Para que tu memoria no quede sepultada en el tedio de la eternidad
Tarde o temprano se va a hacer tarde
Temprano o tarde se va hacer demasiado temprano
Temprano o tarde va a ser tarde para llegar a la hora justa
He ahí el dilema
Mientras tanto los aviones se mueven en los hangares como moscas en la mesa del banquete
Los barcos en las bahías parecen cruces en el camposanto
Los automóviles cápsulas ingeridas por los barrancos
Vayas o no tú en ellos da lo mismo
Has ido y has venido y has aguardado ese instante
En que la amada te abría los brazos como una aurora
Y has visto en los ojos de la hija un resplandor rubio
Que te habla del fragante sueño de la juventud
O bien tu madre te despedía con sus ojos casi ciegos
Y te decía hijo mío aprovecha bien el tiempo
Tu madre tu mujer tu hija y tú mismo que eres tu propio padre y tu propio hermano
Son parte de este gran banquete al que asistimos desde siempre
Sin haber sido invitados
GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN (Caracas, 1950). Escritor venezolano destacado por su obra narrativa y poética, la cual ha sido traducida a varios idiomas y recogida en antologías latinoamericanas y europeas. Vivió cinco años en Barcelona de España y ha representado a Venezuela en eventos internacionales en Atenas, París, Nueva York, México, Sevilla, Salamanca, Buenos Aires, Santo Domingo y Ginebra. En el terreno cuentístico es autor de varios libros entre los que destacan Los dientes de Raquel (La Draga y el Dragón, 1973), Saltos sobre la soga (Monte Avila, 1975), Los 1001 cuentos de 1 línea (Fundarte, 1980), Relatos de otro mundo (1988) Tramas imaginarias (Monte Avila, 1990), Biografías grotescas (Memorias de Altagracia, 1997), La gran jaqueca y otros cuentos crueles (Imaginaria, 2002), El hombre de los pies perdidos (Thule, España, 2005) y La taberna de Vermeer y otras ficciones (Alfaguara, Caracas, 2005). Ha recibido, entre otros reconocimientos, el Premio Municipal de Narrativa del Distrito Federal, el Premio Romerogarcía de Narrativa del Consejo Nacional de la Cultura y el Premio Nacional de Narrativa Orlando Araujo, Premio Nacional del libro de Venezuela 2004 por la Coordinación Editorial del libro Estudios grecolatinos, de Elisio Jiménez Sierra, otorgado por el Centro Nacional del Libro; y el Premio Solar de Ensayo de la Fundación de Cultura del Estado Mérida con el libro El espejo lúcido (2007). En el campo novelístico es autor de La isla del otro (Monte Avila, 1979), Una fiesta memorable (Planeta, 1991), Mercurial (Planeta, 1994), Sueños y guerras del Mariscal (Comala, 2001; Ediciones B, Bruguera, 2007), Paisaje con ángel caído (Imaginaria, 2004) y Averno (El Perro y la Rana, 2007). Sus libros de ensayos literarios son Diálogos con la página (Academia Nacional de la Historia, 1984), Provincias de la palabra (Planeta, 1995), Espectros del cine (Cinemateca Nacional, 1998), El espejo de tinta (Fondo Editorial Ambrosía, 2007) y Una luz en el camino. Fundamentos de ética para adolescentes (Biblioteca Básica Temática, Caracas, 2004) y El contraescritor (Editorial El perro y la rana, 2008).
Como poeta es autor de los libros Materias de sombra (Premio Monte Avila de Poesía, 1983), Narración del doble (Fundarte, 1978), Baladas profanas (La oruga luminosa, 1993) y Proso estos versos (Círculo de Escritores de Cojedes, 1998), Historias de Nairamá (Fondo Editorial del Caribe, 2007).
Ha sido profesor invitado en los talleres literarios de la Universidad Central de Venezuela y la Universidad de los Andes, donde estudió varios años. Actualmente, en las Escuelas de Letras de la Universidad del Zulia y de la Universidad de Carabobo se realizan tesis de grado sobre su obra. Ha dictado conferencias en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española (Zacatecas, México, 1997), la Universidad Internacional de Andalucía (La Rábida, 1998), la Universidad de Nanterre (París X, noviembre de 2001) la Universidad de Salamanca (España, noviembre 2002). Ha trabajado como editor, coordinador y jefe de Información o Redacción en las siguientes instituciones: Revista Imagen (Conac); Ministerio de Relaciones Exteriores; Venezolana de Televisión; Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos; Dirección de Literatura del Consejo Nacional de la Cultura (CONAC); Director de la Casa de la Poesía de la Universidad Yacambú (Barquisimeto). Diplomado Internacional en Participación Ciudadana y Democracia Participativa (Duración 100 horas) por la Organización de las Naciones Unidas en Venezuela (Valencia, 2008). Ha realizado una amplia labor como investigador y antologista, entre cuyas obras se encuentran: Relatos venezolanos del siglo XX (Biblioteca Ayacucho, 1989), El ensayo literario en Venezuela (La Casa de Bello, Caracas, 1988), Mares. El mar como tema en la poesía venezolana (Banco Unión- Ateneo de Caracas, Premio ANDA, 1990), Ficción Mínima. Muestra del cuento breve en América, (Fundarte, Caracas, 1996), y antologías literarias con sendos estudios sobre Víctor Valera Mora (Fundarte, 1987), Luis Fernando Alvarez (Monte Avila, 1984), John Lennon y Bob Dylan, dos trovadores del siglo XX (Fundarte, dos ediciones, 1979 y 1991), Brian Patten (Fundarte, 1978), Baica Dávalos (Entreverado, Fundarte, 1979), José Lezama Lima. Pequeño Homenaje (Revista Poesía, Valencia, 1980) Ludovico Silva (Clavimandora, Academia Nacional de la Historia, 1992), Vicente Huidobro (Altazor, Monte Avila, 1994). Es traductor de poesía de lengua inglesa y editor independiente. Dirige la revista y las ediciones Imaginaria, dedicadas a lo inquietante y lo fantástico. Es colaborador de los principales diarios y revistas venezolanos, donde escribe artículos de opinión y ensayos sobre cine, arte y literatura. Actualmente dirige la Cátedra Nacional de Literatura y Humanismo (CANAL), fue Coordinador de la Plataforma del Libro y la Lectura (Ministerio de la Cultura) en el estado Yaracuy, es miembro de la Junta Directiva del Red Nacional de Escritores de Venezuela y Director General del Gabinete Ministerial de Cultura en el estado Yaracuy.
Maigualida Pérez
Saliendo del edificio es cuando se siente la fuerza real del fenómeno que desde la ventana -adentro- parecía una lluviecita más. Con el efecto sonoro y luminoso de siempre, pero en el espacio abierto, al contacto con el elemento un escalofrío recorrió toda mi humanidad al caerme la primera gota. Arrastrada por los vientos, mi tormenta tropical se desplaza, con velocidad racheada de 1 millón de años-luz a lo profundo de mi interior. En la oscuridad de la noche, enrrumbo los pasos hacia mi destino, pasando grandes charcos de agua sucia que empantanan hasta la rodilla, imposibilitando el avance ante la
furia que baja desde la montaña con bramido estrepitoso y hace telón de fondo de cada trueno ensordecedor, retumbando en las paredes de las casas y quedando preso en cada callejón como los ecos divinos que anuncian el gran castigo.
El conjunto de vibraciones que al penetrar la cavidad del oído estimulan la necesidad de protección y seguridad se expanden por toda la estructura corporal provocando temblores espasmódicos de frío y miedo. En la pendiente a subir, la lluvia despierta el pánico que genera la descarga eléctrica zigzagueante y arremete contra la húmeda tierra en pleno, enfriando hasta los tuétanos y provocando que el equilibrio mecánico evoque hacia el laberinto inestable que dormía placidamente, intentando vertebrar el eje que se extiende de un lado a otro en la memoria.
En la aparición del rayo, de ramificaciones oscilantes se desgarra el cielo nocturno con su destello, iluminando hasta el mas oscuro de los pensamientos perversos; esos que se esconden entre la urdimbre y la trama del ser, para pasar inadvertidos ante el conciente y moverse libremente en el líquido oscuro circulante del inconciente. Todo el callejón quedó iluminado de un azul transparente repleto de sombras que juegan a las escondidas, queriendo atraparme con escurridizas manos que se difuminan cuando apuro el paso; cansada, empapada y aterrada. Moviéndome por el centro mismo de la calle, cruzo, tratando de ver lo que la precipitación permite, pero son los espectros de la noche, los que con intervalos armoniosos en una progresión de tiempos para producir interrupciones en mí espacio, intentan la
celada. La ropa mojada, succionada al cuerpo permite develar secretos inenarrables y los pies encerrados, se arrugan como un antiguo pergamino; las rodillas chocan la una contra la otra haciendo tambalear esta estructura anatómica, casi desconectada cuando otro rayo cae mas cerca, provocando un corto-circuito que deja todo a oscuras. Un hombre vestido de negro, que salta de una casa vecina, vió como mi cuerpo despedía un ligero resplandor y un vaho de humo blanco, mientras atravesaba la corriente que arrastraba piedras, basura y trozos de árboles. Intento atrapar el objetivo haciendo un ejercicio mental, pero el comportamiento óptico da fidelidad al espectro real. La tormenta se expande y entre tanta oscuridad, parece que no voy
a llegar a puerto seguro.
Los relámpagos, cada vez más intensos y el terror colocan grandes obstáculos. Mi objetivo está a la vista, pero -aún- hay una calle llena de furia liquida con objetos cortantes por transitar. La respiración se entre corta y mi mandíbula baila en un traqueteo ensordecedor por el abismo oscuro y aterrador. Con dudas veo a través de la noche, y temblorosa, toco el metal. Calzo la llave… y entro.
Del libro "Cuentos Circulares"
Nirgua-Yaracuy
Nació en Caracas el 24 de septiembre de 1.960 en la populosa Pro-Patria. En el año 97 fijó residencia en Nirgua-edo Yaracuy enamorada de sus paisajes, los que conoció en el año 75 con su clima maravilloso, lleno de neblina e historia. Desde los 14 años ha usado el lápiz como herramienta de expresión; hábito que adquirió de su grupo de amigos de la adolescencia. Es mucho el material que se ha quedado en el camino pero en el año 2004 tuvo la oportunidad de conocer al dramaturgo Tomás Jurado Zavala en la Casa de la Cultura J. M. Roo de Nirgua y desde entonces ha cambiado la perspectiva que tenía de esto que no sabía que era un trabajo, un trabajo de entrega y pasión. Un trabajo que es más un "Acto de Fé"; de creer porque Si y sin treguas. A partir de ese año 2.004 sus trabajos han sido publicados, entre otros, por la revista "Vamos a Leer" del Taller Experimental de Literatura-convenio Ven/Mex, periódicos como "Desafío", "La Mancha", "Noticias de Mujeres", Nivar es Yaracuy, "El Parroquiano", "La Librería Mediática" Radio y TV. Ahora, ampliando los espacios lleva la narrativa a Micros Radiales para lo cual ha contado con la colaboración de la emisora comunitaria Picacho 98.5 FM de Nirgua, con la Lic. Marialcira Matute en RNV y el Colectivo "La Mancha" en Radio Activa 103.9 FM, canal juvenil de RNV a nivel nacional. En Mayo de 2.008 participó en el 5to Festival Mundial de Poesía y conformó el Circulo Literario del municipio. En ésta nueva etapa, tiene la tarea de dictar los "Talleres de Acercamiento a la Literatura" asignado por la Plataforma del Libro y la Lectura del Edo. Yaracuy, asignación que le permite establecer un compromiso en la consolidación de la Lectura como elemento indispensable en el proceso político que estamos llevando en nuestro país. Ha sido largo el camino desde que sus "FANTASMAS" (Cuentos Breves 1.976) nacieron hasta hoy, donde la trascendencia histórica de ésta "Nirgua... Tierra de Magia" continúan argumentando a ése lápiz para creer y seguir creando.
Radamés Laerte Giménez
Siempre se deslizaba cabizbajo y en paso lento por la estrecha y resonante vereda de mi vecindario. Sabíamos por qué su vestir y su andar eran diferentes al resto de los muchachos. El pantalón –siempre el mismo pantalón- era el único bien que le quedó de su hermano el mayor, el que se alejó y nunca más dejó seña ni rastro. El pantalón era como un saco amarrado más arriba de la panza, era un envoltorio mal atado con una tristeza que le colgaba en jirones.
Por obediencia debíamos huir de él, para estar a salvo de las condenas del otro mundo, del reino de lo maligno donde se ahogaban las almas miserables. El altar con velones coloridos de la abuela era el oráculo de los bienes y los males. Desprecio y desdén le prodigaron siempre mis mayores; curiosidad y lástima sentíamos nosotros. Pero no nos acercamos. Hasta el día del fin de los sueños.
Frente a frente en un descuido, en una de las callejas al regreso de un mandado. Le miré con todo el asombro y temor de tenerle cerca. Nos miró con la curiosidad de quien alguna vez nos vio desde la distancia. Fue menos que un instante, y se alejó en una rara altivez de pantalones enormes, zapatos sin suelas y condescendencia con el mundo. Desperté de las ilusiones. Descubrí que en lo oscuro y en lo claro somos los mismos… en la pobreza y la ostentación, en lo alto y en lo bajo, en el altar y en el delito, en lo bueno y en lo malo. Apagué los velones del altar y hoy perdono a la abuela.
Radames Laerte Gimenez
naci sin anuncio en una casa de paredes de adobe, en Nirgua, hace ya 42 años. me hice humano mientras era maestro en Farriar. viví la bohemia con los pocos videntes que le quedaban a la noche. la rebeldía me sigue de compañera. hablé con el mundo desde una radio comunitaria y desde las páginas de periódicos y revistas. ya por ahi se regaron los diez ejemplares de Itinerario de Humas, las plaquettes Piedra y Sometido. a punto que estrenen mundo En la aldea de las dudas, Ritos cotidianos y Cuentos de mala gana.